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lunes, 13 de febrero de 2012

También hay buenas noticias

UNICEF ha informado (http://www.unicef.es/sala-prensa/mas-de-6000-comunidades-en-africa-abandonan-la-practica-de-la-mutilacion-genital-femenin) de que más de 6.000 comunidades africanas han elegido abandonar la práctica de la mutilación genital femenina, según el Programa Conjunto de Naciones Unidas creado para eliminar esta práctica. Y la cifra sigue creciendo.

   Según comentan en su información, el Programa Conjunto de UNFPA y UNICEF, puesto en marcha en el año 2008, anima a las comunidades a abandonar de forma colectiva la mutilación genital femenina. Para ello se usa un acercamiento a la cultura local, mediante dialogo y relaciones sociales, para que abandonen la práctica en una generación. El programa se basa en los derechos humanos e involucra a todos los grupos de la comunidad, incluyendo líderes religiosos y a las propias jóvenes. En vez de condenar la mutilación genital femenina, anima al abandono colectivo para evitar el rechazo de quienes la practican y así conseguir su renuncia voluntaria.   Para conmemorar el Día Internacional contra la Mutilación Genital Femenina (6 de Febrero), UNFPA y UNICEF han renovado su compromiso de erradicar esta práctica, y han pedido a la comunidad internacional que participe en este esfuerzo crucial. También consideran que la mutilación genital femenina puede ser abandonada en una generación, lo que ayudaría a millones de niñas y mujeres puedan a vivir sus vidas plenamente, y con mejor salud.    

     Este es uno de esos temas especialmente dolorosos en los que conviene no perder de vista los elementos implicados. La OMS estableció ese día contra la mutilación, con el eslogan de "tolerancia cero". En nuestro contexto esto resulta evidente y fácil de justificar: una práctica que supone una mutilación (con graves consecuencias) y que incorpora un componente de discriminación por sexo, está por debajo de los mínimos aceptables, por ello es intolerable y se considera una aberración. De hecho, suele ser un paradigmático ejemplo de lo que consideramos la lucha necesaria por los derechos humanos reales y para todos.  Pero también conviene conocer los temas a fondo y no perder perspectiva. Aunque haya que erradicar, sin duda, esta práctica, es preciso hacerlo con prudencia, tratando de no dañar ni producir consecuencias nefastas para las personas y poblaciones implicadas, sin imponer modelos culturales que dejen de respetar o desprecien otros sistemas, sin atender a las necesidades y a los contextos en los que se desarrollan estas prácticas. Por eso la iniciativa de UNFPA y UNICEF es valiosa: acercarse a la cultura local, mediante dialogo y relaciones sociales, para que abandonen la práctica desde su propia perspectiva, como convencimiento del grupo, no como imposición de otro mundo. Y, por supuesto, dar todo el apoyo, información, ayuda y colaboración para que sea posible.     
    Con ello se logran estas buenas noticias. Que no deben engañarnos: aún hay mucho por hacer. En esos ámbitos donde ni siquiera están garantizados los derechos más básicos, donde no se puede asegurar la salud sexual y reproductiva de millones de mujeres, pero también en territorios más cercanos, donde desgraciadamente seguimos asistiendo a situaciones de maltratos intolerables que, físicos o psíquicos, son también formas de mutilación.

sábado, 29 de enero de 2011

Dioses y hombres

Una de las características más notables de la bioética actual (la ética en general) es su perspectiva multicultural y global. De hecho, suele hablarse del “giro cultural” en bioética para referirse a esta atención que se presta a las diferencias entre distintos grupos, poblaciones, tradiciones, religiones, costumbres, etc. que, en un mundo cada vez más interrelacionado, necesitan articularse.
La tolerancia y el respeto pueden entenderse como un mero pacto de no agresión, como una cierta indiferencia y no injerencia que “vive y deja vivir”, pero también como un compromiso con la defensa del espacio de convivencia desde lo que nos hace diferentes, asumiendo que compartimos las experiencias de lo humano, por más que lo hagamos desde perspectivas bien distintas.
Ya decía J. Ortega y Gasset que cada individuo es un punto de vista sobre el universo, y que no podemos prescindir de ninguno de ellos. Cada perspectiva aporta algo, cada modo de ver el mundo enseña otra manera de mirar. Por eso todas son importantes para alcanzar la verdad, ninguna prescindible, y ninguna completa ni perfecta.
Sin embargo, no siempre somos capaces de integrar la diferencia, de escuchar lo que es distinto con afán de entenderlo, de buscar los puntos comunes en lugar de subrayar los disonantes, de respetar los otros modos de vivir, de pensar, de sentir... En la búsqueda compartida de un ideal común: la humanidad.
Todos pertenecemos a comunidades locales, a espacios donde sentimos que estamos con “los nuestros” (nuestro país, nuestra comunidad lingüística, nuestro equipo deportivo, nuestro grupo religioso, nuestros amigos, nuestra familia…), ellos nos confieren nuestra identidad, nuestros valores, nuestra cosmovisión. Pero los estoicos se dieron cuenta, hace mucho, de que todos pertenecemos también a una comunidad más grande: la humanidad. Y no son necesariamente incompatibles, por más que la realidad de las personas, se empeñe tozudamente en lo contrario.
Este es el tema de una magnífica película: “De dioses y hombres” (“Des hommes et des dieux”. Xavier Beauvois. Francia, 2010). El respeto y la ayuda a las personas frente a la intolerancia y el fanatismo. La convivencia en paz entre confesiones religiosas diferentes, frente a la aniquilación y la destrucción. El agradecimiento, la lealtad y el amor frente a la violencia.