Una de las características más notables de la bioética actual (la ética en general) es su perspectiva multicultural y global. De hecho, suele hablarse del “giro cultural” en bioética para referirse a esta atención que se presta a las diferencias entre distintos grupos, poblaciones, tradiciones, religiones, costumbres, etc. que, en un mundo cada vez más interrelacionado, necesitan articularse.
La tolerancia y el respeto pueden entenderse como un mero pacto de no agresión, como una cierta indiferencia y no injerencia que “vive y deja vivir”, pero también como un compromiso con la defensa del espacio de convivencia desde lo que nos hace diferentes, asumiendo que compartimos las experiencias de lo humano, por más que lo hagamos desde perspectivas bien distintas.
Ya decía J. Ortega y Gasset que cada individuo es un punto de vista sobre el universo, y que no podemos prescindir de ninguno de ellos. Cada perspectiva aporta algo, cada modo de ver el mundo enseña otra manera de mirar. Por eso todas son importantes para alcanzar la verdad, ninguna prescindible, y ninguna completa ni perfecta.
Sin embargo, no siempre somos capaces de integrar la diferencia, de escuchar lo que es distinto con afán de entenderlo, de buscar los puntos comunes en lugar de subrayar los disonantes, de respetar los otros modos de vivir, de pensar, de sentir... En la búsqueda compartida de un ideal común: la humanidad.
Todos pertenecemos a comunidades locales, a espacios donde sentimos que estamos con “los nuestros” (nuestro país, nuestra comunidad lingüística, nuestro equipo deportivo, nuestro grupo religioso, nuestros amigos, nuestra familia…), ellos nos confieren nuestra identidad, nuestros valores, nuestra cosmovisión. Pero los estoicos se dieron cuenta, hace mucho, de que todos pertenecemos también a una comunidad más grande: la humanidad. Y no son necesariamente incompatibles, por más que la realidad de las personas, se empeñe tozudamente en lo contrario.
Este es el tema de una magnífica película: “De dioses y hombres” (“Des hommes et des dieux”. Xavier Beauvois. Francia, 2010). El respeto y la ayuda a las personas frente a la intolerancia y el fanatismo. La convivencia en paz entre confesiones religiosas diferentes, frente a la aniquilación y la destrucción. El agradecimiento, la lealtad y el amor frente a la violencia.
sábado, 29 de enero de 2011
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