jueves, 13 de octubre de 2011

En homenaje a Diego Gracia

      Nuestro buen amigo, maestro y admirado profesor Diego Gracia se ha jubilado. Y queremos felicitarle por ello.

      Porque aunque existe en nuestro contexto una concepción pesimista que considera que jubilarse es sinónimo, no de un merecido retiro feliz, sino de ser retirado, desechado, como ya inútil, conviene recuperar el sentido positivo que, en mi opinión, es el más auténtico de esta palabra: el regocijo y la viva alegría, el júbilo.
       Alegría por haber llegado a este momento de la vida, por haber cumplido una etapa con plenitud y la satisfacción de la tarea realizada y bien hecha, por comenzar ahora un nuevo ciclo lleno de posibilidades y novedades.
        Júbilo por haber dedicado una buena parte de su vida a esa noble e imprescindible tarea de la formación, enseñando a varias generaciones de alumnos, tanto en pregrado como en postgrado y en formación continuada, a pensar críticamente.
      Satisfacción por haber tenido la oportunidad de conocer y colaborar con quien nos ha enseñado, no sólo con su magisterio, sino también con el ejemplo vivo de su propia labor, cómo es posible conciliar un profundo y sólido conjunto de conocimientos –siempre creciente y sin perder un ápice la sed de seguir aprendiendo—, con la prudencia y la ponderación en la valoración de los muchos factores, circunstancias, matices y perspectivas que, en un mundo plural y dinámico, son imprescindibles para llevar a cabo el mejor y más completo ejercicio de respeto y tolerancia: la deliberación.
      Regocijo por sentirnos parte de un proyecto compartido que pretende hacer un poco mejor este mundo. Por trabajar en este apasionante tema de la bioética, de las humanidades médicas, de la reflexión y el análisis de las prácticas asistenciales y, por extensión, de la promoción de valores en sociedades cada vez más complejas y ricas.
       Gozo por saber que Diego Gracia seguirá trabajando, investigando, escribiendo, difundiendo su sabiduría en conferencias y cursos, que su jubilación –así lo esperamos— le permitirá disponer de algo más de tiempo para todo aquello que la voracidad de sus alumnos le impidió realizar.
     Y el deseo de que esta nueva etapa que ahora inicia sea feliz y completa. Será, una vez más, un honor y un privilegio, seguir colaborando y aprendiendo con él.
     Este comentario, así como la reflexión del propio Diego Gracia sobre su tarea intelectual, pueden encontrarse en el último número del Boletín Bioética Complutense (al que se puede acceder desde el botón de la derecha de esta página).

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