La formación de los futuros profesionales sanitarios es, sin duda, un elemento esencial para la sociedad y es determinante para los valores, actitudes y compromisos que vayan a observar y defender en su práctica profesional. La bioética tiene una dimensión pedagógica importante, al promover cambios sustanciales en el modo como se desempeña esa relación con los pacientes. Y ha enfatizado los aspectos de comunicación, respeto a la autonomía, sensibilidad ante las opciones diferentes de valores, búsqueda de la calidad, etc.
En este sentido, la Asociación Americana de Colegios Médicos (American Association of Medical Colleges (AAMC)) ha propuesto un conjunto de recomendaciones que subraya aún más esta dimensión humana y social: sugiere incluir este tipo de aspectos en la prueba de ingreso, el Medical College Admissions Test (MCAT).
El Medical College Admission Test® (MCAT®) es un examen estandarizado que se realiza en las facultades de medicina en Estados Unidos, con preguntas de respuesta múltiple, cuyo objetivo es evaluar la capacidad de resolución de problemas, pensamiento crítico, razonamiento, habilidades de escritura y expresión, y conocimiento de conceptos y principios científicos, como prerequisitos para estudiar Medicina.
Las recomendaciones, que se implantarían en 2015, se justifican por la necesidad de que los estudiantes estén preparados para tratar con los asuntos humanos y sociales.
Lo que resulta interesante es reflexionar sobre si un examen puede "garantizar" unas aptitudes (¿y actitudes?) básicas para los futuros médicos (lo que es extensible a otros profesionales sanitarios).
Hace ya tiempo que se viene comentando que los cursos de bioética llegan demasiado tarde y no consiguen modificar actitudes; que el aprendizaje de los valores es determinante pero se adquiere en etapas muy tempranas de la vida y que, por ello, resulta muy difícil cambiarlos posteriormente; que se aprende más de lo que se ve que de lo que se estudia, lo que explica que el "curriculum oculto" (lo que no se hace explícito sino a través de los comportamientos cotidianos) tenga más influencia que cualquier plan de estudios, etc.
Y no es la primera vez que se propone que los elementos actitudinales, la sensibilidad ante ciertos aspectos de lo humano, las habilidades de comunicación, etc., siendo tan relevantes para la práctica de los profesionales sanitarios como su formación científico-técnica, sean evaluados, ya sea en el momento de ingresar en la facultad, como prerequisito (al modo del MCAT), ya sea en el momento de obtener su título, como examen de competencias adquiridas en este ámbito más socio-humanístico.
Sin duda, habrá argumentos a favor y en contra. Y conviene ponderarlos con cuidado. Pero también parece irrenunciable esta dimensión educativa: los profesionales sanitarios trabajan en relación a situaciones de vulnerabilidad de las personas, en donde se ponen en juego valores fundamentales, ¿cómo no tomar en consideración la necesidad de formar en este aspecto al que la bioética concede su principal atención?
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario