miércoles, 13 de abril de 2011

Utopías posibles: un mundo mejor

En muchas ocasiones parece que el mundo anda demasiado descabezado y descorazonado como para tener alma y ser salvable. Cual si de una jungla se tratara, se muestra hostil e insufrible, porque las personas que lo habitan parecen preferir la violencia al diálogo, la oposición a la colaboración, el egoísmo a la solidaridad. Ya decía Sartre aquello de que "el infierno son los otros". Y en ocasiones tiene razón.

Ante tanta destrucción, dificultades y agravios a lo humano, ¿cómo poder seguir creyendo en las personas? ¿cómo seguir luchando por un mundo mejor?

Pues precisamente por eso.

El principal valor de la ética es construir utopías posibles, promover ideales que establecen lo que debería ser, sin el error de la ingenuidad, pero sí con la convicción de aquello por lo que merece la pena luchar.

Es más fácil tirar la toalla, dejarse llevar por el desánimo o la desgana, adoptar una actitud cínica y desvinculada, aparentando indiferencia o descreimiento. Es más fácil considerar que tal como está el mundo sólo cabe el "sálvese quien pueda". Es más fácil echar la culpa a los otros, a la realidad, a las circunstancias, al contexto, sin preguntarse qué podríamos hacer para cambiarlo.

Lo auténticamente valiente es atreverse a seguir soñando con un mundo mejor, construir desde el espacio limitado de cada uno en donde las acciones tienen repercusiones, aunque sea a pequeña escala.

Lo que diferencia a los "idealistas" es que quieren seguir creyendo, actúan como si fuera posible, viven de acuerdo con ese ideal, y -aunque sepan que su lucha es probablemente inútil y sus propuestas están abocadas al fracaso- no se dejan vencer por el desánimo, por la tozuda realidad, o por quienes les tachan de soñadores. ¿Acaso hay algo más importante y noble que apostar por un mundo mejor?

Esta es la llamada de atención de una hermosa película: "En un mundo mejor" (Hævnen), dirigida por Susanne Bier. Premiada con el Oscar a la mejor película extranjera este año. http://dai.ly/giAEHO En ella vemos una apuesta por un modo de vida que renuncia a la violencia, que argumenta en favor de una actuación responsable y realizada desde la convicción personal, que, sin mostrarlo expresamente, está apostando por un mundo mejor: el que vivirán los niños que están aprendiendo cómo ser personas en una sociedad injusta.

Merece la pena luchar por utopías posibles. Merece la pena apostar por un mundo mejor.



Y en medio del desánimo, también una sonrisa viene bien, aunque proceda de una campaña publicitaria. Merece la pena compartir un poco de optimismo.

1 comentario:

miguel dijo...

Gracias por la invitación para ver la pelicula.
Se expone con crudeza las contradicciones a las que se ven sometidos aquellos personas que optan por el voluntariado y la renuncia a la violencia.
Estan muy bien expuestos los conflictos personales, familiares y profesionales (terrible el del médico con el paciente que acuchilla embarazadas).
Es posible y obligado implicarse en un mundo mejor, aunque ello no nos exime de tremendos conflictos morales.

miguel melguizo jiménez